jueves, 23 de mayo de 2013
LA VERDAD SOBRE LA MUERTE DE ERIKA ORTIZ
CAPÍTULO 13. LOS DESPROTEGIDOS
En el último capítulo del libro recuerda que esta es la historia del choque de una humilde caravana gitana (los Ortiz-Rocasolano) con un tren expreso que se los llevó por delante (los Borbones), sin que estos tuvieran “la decencia o la humanidad de volver la cabeza tras arrollarnos”.
Él es uno de los damnificados, excluido de su familia como un apestado, roto todo el contacto con ella, con “acusaciones de corrupción infundadas” y metido en peleas judiciales con varios medios de comunicación. “Gano ante los tribunales, pero he perdido cosas que nunca voy a recuperar”.
La gran damnificada fue Erika, la hermana de L.O. que se suicidó en febrero de 2007. Rocasolano recuerda cómo se enteró de la muerte de su prima. Y rememora cómo fue su triste vida. Antonio Vigo, su compañero, y ella se habían conocido en la Escuela de Bellas Artes y la suya era una historia de penuria económica y sufrimiento, de fracaso permanente. Como suele ocurrir en aquellos que tienen un temperamento artístico, “eran dos personas con demasiada sensibilidad como para encontrar en sí mismos un mínimo sentido práctico. Todo les salía mal. Sistemáticamente”. Malvivían con trabajos precarios a la vez que intentaban, sin éxito, abrirse camino en el mundo del arte. No tenían ni para pagarse un alquiler decente, a veces ni para comer. Su despensa vacía movía a compasión hasta a la tacaña Letizia (“una agnóstica que sólo profesaba adoración a la Virgen del Puño”). “Recuerdo la cara que se le quedaba a Antonio Vigo mientras descargábamos las bolsas de la compra. Su expresión humillada de hombre incapaz de mantener a su mujer y su hija”.
La presión mediática sobre esta pareja, puesta ya a dura prueba por años de fracaso y precariedad económica, acabó llevándolos a la separación. El detonante fue una beca que le habían concedido a Vigo en Uruguay. Erica por fin tenía un trabajo decente y no quería dejarlo todo para seguirlo al otro lado del océano.
En el momento de su muerte, su estado de ánimo no era bueno. Estaba crispada e irascible por sentirse foco de la presión mediática. Tenía un buen trabajo ahora, pero se sentía insegura y frágil en el desempeño. La relación entre las tres hermanas se había deteriorado mucho y estaba triste. Un día confesó a su primo que se sentía sola, que sus hermanas la habían dejado sola. “Ya antes de convertirse en lo que ahora es, Letizia había llevado la voz cantante en aquella familia. Pero la vida en palacio la había transformado en una persona más controladora y más cruel”.
Rocasolano habla de todo lo que rodeó al funeral. Letizia vetó a su hermana Abigail y le impidió asistir a las honras fúnebres. Cuando él le dijo que Abigail estaba en Madrid y quería asistir, L.O. replicó, cortante, que “nadie le ha dicho a tu hermana que venga”. Iba a ser un funeral “en la estricta intimidad. No quiero Rocasolanos”. David dice que ya estaban acostumbrados a “las fascistadas de Letizia”, pero aquella ruindad era demasiado. Su hermana se quedó desolada:“Pero, no puede ser. Erika es mi prima. Ella no es nadie para impedirme ir”. Pero lo impidió.
Luego, en el funeral, había treinta Borbones, muchos de los cuales apenas había cambiado con la difunta una palabra. Pero esos eran los “íntimos”. Rocasolano dice que L.O. se comportó en todo momento “como un cubo de hielo”. Los llevaron a Palacio y allí ella iba y venía, dando órdenes. No mostraba ninguna conmoción. En privado no la vio verter ni una lágrima. Sólo lloró, con “lágrimas de princesa”, cuando se acercó a la prensa. Aquel momento en el que el Príncipe soltó el famoso“sentimos el remojón que estáis sufriendo”…
El momento más estremecedor del funeral lo protagonizó el humilde Antonio Vigo, cuando se acercó al ataúd para despedirse. Rompió a llorar con “un llanto desgarrador, un llanto macho que resonaba en las bóvedas de la pequeña iglesia. El silencio en que se quedó el templo acrecentaba aún más la ferocidad de aquellos gemidos, casi gritos”. Fue entonces cuando se volvió hacía el Rey y gritó: “¡Vosotros! ¡Vosotros tenéis la culpa! ¡Tú tienes la culpa, hijo de puta! ¡Vosotros la habéis matado!”. Rápidamente se lo llevaron de allí. Rocasolano dice que en aquel momento se sintió orgulloso de ser su amigo. Había tenido el valor de decir lo que él también pensaba.
Letizia se arrodilló ante el Rey a la vista de todos para pedir disculpas por la escena. Dice Rocasolano que “fue un gesto claro que demostraba a quién pertenecía ya mi prima”. No se había arrodillado ante los padres de la difunta, ante sus propios padres. Se había arrodillado ante SM el Rey. “Sentí asco”, dice Rocasolano.
No mucho después L.O. intentó arrebatarle a Antonio Vigo la custodia de su hija Carla y dejarlo, simplemente, con un régimen regulado de visitas. Vigo acudió a David Rocasolano. “No te lo vas a creer, David… Me quieren quitar a la niña. Quieren la custodia para ellas…” Ellas eran L.O y su madre. Rocasolano le dijo a Vigo que no le podían quitar a su hija “por muy princesa de Asturias que sea Letizia”. Le aconsejó amenazarlas con una batalla legal, “sin cortarte un pelo”. “Ni siquiera te sientes a negociar”. Fue la última vez que hablaron. Antonio Vigo siguió sus recomendaciones. Y Letizia “se agarró un buen cabreo” al no conseguir separar a la niña de su padre.
El libro concluye con un recordatorio a Carla, que ya tiene 12 años. Y a su madre muerta. Y al gesto de valor de Antonio Vigo ante los poderosos Borbones. Y a una familia humilde, que tenía sus luces y sus sombras, pero que ya no existe, porque ha quedado destruida. Y dos adioses:“Adiós, Erika. Adiós, Princesa”.
Navidades de 2004 en Zarzuela. De arriba abajo y de izquierda a derecha: Felipe, Paloma, Erika, Telma, Letizia, Patricia, el abuelo Paco, Kety, Antonio Vigo y Carla, la hija de Erika. Cuando su hermana murió, Letizia quiso arrebatarle la custodia de Carla a Antonio Vigo.
DIOS MIO COMPRENDO EL SUFRIMIENTO DE TODOS Y CREO QUE SM LETICIA TAMBIEN SUFRIO - ESTAS COSAS TRISTES PASAN EN MUCHAS FAMILIAS Y EN ESPAÑA MAS POR ESTAR TAN APEGADOS- PERO CRO QUE NUESTROS REYESS TAMBIEN SUFRIERON AL VER EL DEACUERDO ENTRE HERMANAS
ResponderEliminarNo me sorprende para nada.. nunca me gustó esa.
ResponderEliminarDeben entender todos q ellos no son cualquier familia, es España y la historia de muchos pueblos. Q mente astuta y conspiradora esta detrás de todo esto, q se agarre de alguna parte x q la tierra será pequeña para q se esconda.
ResponderEliminarQueriendo hacerles daño, ...lo hicieron con saña,....Judas.... Ahora les toca a ustedes llenarse de verguenza por sus actos,...Q esperaban una estrella en Hollywood x avergonzar a una familia?
Muy triste, todavía no está esclarecido si fue un suicidio, lo dudo.
ResponderEliminarOjalá Letizia se hubiese quedado con la niña, mira la educacion loca que ha recibido. Y si Erika se suicidó no fue culpa de Leticia, Urdangarin no se ha suicidado
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